25 de octubre de 2014

Pedro Camejo, "El Negro Primero", Encarnación Popular de la Libertad

 Pedro Camejo, "El Negro Primero", Encarnación Popular de la Libertad

INTRODUCCION.
Nuestro propósito es desarrollar este tema refiriéndonos a tres momentos históricos, vistos como procesos sucesivos o concatenados entre si, para lograr una concepción global de la situación: el primero, referido a las condiciones sociales y políticas de Venezuela para el momento en que se inició el movimiento de Independencia; el segundo, sobre la vida, personalidad y actuación de Pedro Camejo, “El Negro Primero”; y la tercera, sobre la significación de su participación en el proceso de formación de nuestra nacionalidad y su proyección en el tiempo.
EL PRIMER MOMENTO HISTORICO. Consideramos que su punto de partida estuvo en el 19 de abril de 1810, aún cuando estamos conscientes que este hecho no se dio de la noche a la mañana. Todo hecho social obedece a un proceso.

Sus protagonistas principales fueron los blancos criollos caraqueños, mantuanos, dueños de grandes haciendas y numerosos esclavos; la élite social y económica de la Capitanía General de Venezuela. Ellos querían desplazar del poder político a los blancos peninsulares, representantes de las autoridades reales españolas, sin hacer cambios de ninguna naturaleza. “Toda la generación que proclamó la Independencia había sido educada en aquellas prácticas “propias solo para formar hombres falsos e hipócritas”, capaces de darle a aquel movimiento en los primeros días todos los caracteres de la política italiana en los tiempos del Cuatrocento y del Siglo XVI; política de astucias, de disimulo, de sordas intrigas, de procederes ambiguos, que tenía por únicas miras la absoluta dominación del país, el ejercicio, en virtud de un legítimo derecho, de “la tiranía doméstica activa y dominante” que dijo más tarde el Libertador” Vallenilla Lanz, Laureano (1). Cesarismo Democrático. Caracas, Universidad Santa María/ Centro de Investigaciones Históricas, 1983; p. 36)

Para entender un poco la situación que se vivía en la época colonial, previa a la Independencia, habría que conocer algunas cosas de la estructura social vigente en ese entonces.
Miguel Acosta Saignes (en Acción y Utopía del Hombres de las dificultades. La Habana, Cuba, Premio Casa de las Américas, 1977; p. 151), da los siguientes datos de población venezolana, por “castas”, para 1810:
1- Españoles…………………....12.000
2- Cimarrones…………………..20.000
3- Negros Libres………………..48.000
4- Esclavos………………………60.000
5- Indios………………………...160.000
6- Criollos……………………….200.000
7- Pardos………………………..500.000
TOTAL…………………………1.000.000
Primero, existía un grupo reducido de personas, compuesto por los empleados españoles y criollos de los distintos ramos de la administración colonial; por los hacendados españoles y por el enjambre de pequeños comerciantes, canarios en su mayoría, que eran partidarios fervientes del régimen real debido a que éste era quien había permitido su existencia. Según Juan Uslar Pietri (en Historia de la Rebelión Popular de 1814. 1972: 16 – 17), “Este grupo, por consecuencia lógica, ha de crear el descontento, ha de azuzar, cuando los trágicos días del terremoto, al clero y al fanatismo contra la incipiente independencia; y más tarde, cuando vea todo perdido, recurrirá como medio último y desesperado, a la temida insurrección de las “castas”, armando los negros del Tuy contra los blancos, mantuanos…”

Un segundo grupo integrado por los grandes propietarios y comerciantes ligados a la producción de la entidad colonial. En su mayor parte, con pocas excepciones, era un grupo que deseaba la Independencia, “pero la desea en el fondo, sin derramamientos de sangre, sin escándalos, calladamente” (Ibidem). No querían exteriorizar su descontento porque en general tenían mucho qué perder. Con el beneplácito de este grupo es que se realiza el 19 de Abril, pero es también el grupo que condenó a Miranda cuando éste realizó sus primeras intentonas de liberación. Este grupo “quiere la Independencia sin guerra, y libertad con pueblo esclavo y sumiso” (Ibidem). Este grupo es el que por presión de la Sociedad Patriótica declarará la Independencia el 5 de Julio de 1811, pero también será el mismo que por sus contradicciones internas ocasionará la pérdida de la Primera República y preparará con sus rencillas y complejos de clase el advenimiento de la gran oleada de sangre que fue la rebelión popular de 1814, encabezada por José Tomás Boves.
Muerte del Negro Primero en Carabobo 1821
(Pintura al óleo de Carmen Victoria Moreno, 2003)

Un tercer grupo estuvo constituido por los más fanáticos partidarios de la Independencia: en su mayor parte, jóvenes pertenecientes a la clase media o a la nobleza colonial. Estos últimos, ricos herederos, como los Bolívar o los Ribas, impregnados de la filosofía revolucionaria francesa y llenos de idealismo nacional, a quienes nada les importaba perder posesiones y fortunas con tal de ver una bandera propia ondeando sobre el suelo patrio. Ellos van a ser los fundadores de la libertad. 

Un cuarto y último grupo, que es el pueblo; libres y esclavos, negros y mestizos, formado en un 95% por lo que era llamado despectivamente “las castas”, “el negraje”, aún cuando allí se incluían indios y mestizos. Este grupo estaba sometido por completo a la ignorancia y al aislamiento espiritual más absoluto. No tenían noción de lo que puede ser la patria, la familia o la religión y veían a los blancos con odio por los castigos vejámenes a que éstos los sometían.
Ese era el panorama social y político de Venezuela, lo que llevó a la desintegración de la Primera República, una República Mantuana y Oligarca. La Segunda República fue fundada por un Simón Bolívar que viene triunfando en 1813 desde Cúcuta hasta Caracas, en una fulgurante expedición que ha sido llamada “Campaña Admirable”, pues en apenas seis meses conquistó para la libertad todo el territorio del Occidente Venezolano, mereciendo el glorioso título de “Libertador”, dado inicialmente por Mérida y ratificado luego por Caracas.

Pero todavía el sentido de Patria y Libertad no había calado en las capas sociales populares, por lo que no debe extrañar la avalancha guerrera de los llaneros, pueblo marginal a la sociedad colonial, durante los años terribles de 1813 y 1814, conducidos por la fatídica figura de Boves, dando al traste con el segundo intento de República. Recuérdese que el pueblo llanero era, y lo sigue siendo hoy, un pueblo mestizo; donde el blanco, junto al indio trashumante y al negro cimarrón, dieron origen a ese ente humano que nuestra mitología transformó en “Centauro”. 

Según el historiador José Manuel Restrepo, en su Historia de la Revolución de la República de Colombia (Medellín, Bedout, 1969; t. I, p. 236), se calculaba que para 1808 la población llanera (neogranadina y venezolana) alcanzaba a las 400.000 personas, “gentes de diferentes razas”, a medio civilizar, compuestas de indios, negros, zambos, mulatos y mestizos”, “eran hombres avezados a manejar toros y vacas feroces, a montar potros indómitos (…), despreciaban la muerte y la daban a sangre fría por el más ligero motivo”. Es decir, los llaneros estaban preparados para la guerra.
Hay que establecer diferencias entre estos nuevos personajes y los desposeídos de la vieja sociedad colonial; pues, “que la gente de Boves era algo muy distinto que lo que se estaba forjando en la Colonia lo captaron los mismos coetáneos. Bolívar habría dicho en Caracas en mayo de 1814, “terribles días estamos atravesando, la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria”. De alguna manera reconocía el Libertador que los llaneros eran antagónicos de la sociedad occidental que se estaba implantando en América desde 1492. Otro coetáneo, el arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Pratt, mientras opinaba que la gente de Boves “formaban ya una tropa que podía ser empleada con utilidad”, reconocía que “Boves obraba independientemente” y “emprendía sus correrías sin estar de acuerdo con los comandantes realistas” (IZARD, Miguel. .”Cimarrones, Cuatreros e Insurgentes”. Tiempo y Espacio. Nº 11. 1989: 50).

Los llaneros no eran esclavos sublevados contra sus amos, sino un pueblo libre, que no estaba acostumbrado a las limitaciones sociales y jurídicas que establecían las reglamentaciones y leyes reales españolas; por lo que de ninguna manera iban someterse fácilmente a la autoridad de los blancos caraqueños o las autoridades españolas.

Cuando los llaneros siguieron a Boves iban tras reivindicaciones socioeconómicas y políticas que, supuestamente, la sociedad colonial les había escamoteado. Con razón Juan Vicente González, uno de más preclaros intelectuales venezolanos del siglo XIX y genuino representante del Partido Conservador, va a catalogar a Boves como el primer demócrata de este país (en Biografía de José Félix Ribas. Caracas, Editorial González González, 1956; p. 206); pues, es el primero en ofrecerle tierras y otros bienes tomados a los patriotas a quienes lo acompañen en su terrible cruzada contra los blancos oligarcas.
El historiador colombiano Alirio Gómez Picón, en Páez, fundador del Estado Venezolano, citado por Méndez Echenique en Bolívar en Apure… Apure en Bolívar (San Fernando de Apure, 1986. Publicaciones del Cronista del Estado Apure. Biblioteca de Historia Apure, 2; pp. 22 – 23) dice al respecto:
“Cuando Boves ofrece la libertad a los esclavos para emanciparlos de los patronos, adueñarse de los bienes y transformarse de la noche a la mañana en los amos de las haciendas, era lógico pensar que entre esa masa ignorante, alucinada por toda clase de ofrecimientos, no hubiera negro, zambo, mestizo o cuarterón que dejara de jurar banderas de adhesión a las armas del rey”.
El famoso Bando de Guayabal , que además de ser una Proclama de Guerra a Muerte a los acaudalados blancos criollos es también el anuncio de los repartos:
Don José Tomás Boves, Comandante en gefe (sic) del ejército de Barlovento, a cuantos la presente vieren, sabed:
Por la presente doy comisión al Capitán José Rufino Torralva,
para que pueda reunir cuanta gente sea útil para el servicio, y puesto a la cabeza de ellos, pueda perseguir a todo traidor y castigarlo con el último suplicio; en la inteligencia que solo un credo se le dará para que encomiende su alma al Criador (sic), previniendo que los intereses que se recojan de estos traidores, serán repartidos entre los soldados que defiendan la justa y santa causa, y el merito a que cada individuo se haga acreedor, será recomendado al señor Comandante General de la Provincia: y pido y encargo a los Comandantes de las tropas del Rey, auxilien en todo lo que sea necesario. Cuartel General del Guayabal, Noviembre 1º de 1813. José Tomás Boves”
(MUÑOZ, Gabriel E. Monteverde: Cuatro Años de Historia Patria, 1812 -1816. Caracas, ANH, 1987; t. II; pp. 243 y 244).
La figura de Boves –según los historiadores- fue para los patriotas y en general para los blancos lo que Atila para los europeos del medioevo. Era el “Azote de Dios”. Para Bolívar –según Juan Vicente González- “Boves es la cólera del cielo que fulmina rayos contra la patria”, o más bien “un demonio en carne humana, que sumerge a Venezuela en la sangre, en el luto y la servidumbre” (Ob. Cit.; p. 205). Las criminales actuaciones de los jefes realistas Antoñanzas, Cerveriz, Zuazola, Yañez, Puig, “Chepito” González y Rosete, entre otros, cruentas y abominables, son las que van a llevar al Libertador a declarar oficialmente la “Guerra a Muerte”. Digo oficialmente, porque de hecho los realistas la venía practicando.
Hacemos referencia especial al nada bendito canario José Yañez, por su vinculación con Pedro Camejo. Este señor Yañez desde 1811 mismo organizó una cuadrilla de llaneros en Barinas y Apure (principalmente en Achaguas, Banco Largo, Mantecal, Nutrias, La Cruz y Mijagual), con los que se dedicó a las tropelías contra los patriotas. A estas tropas es a las que es incorporado Pedro Camejo, y él, luego busca conseguir un bonito uniforme y unos aperos, acompañando al sanguinario canario hasta la batalla de Araure, donde es vencido. Yañez va a llegar en sus correrías hasta la batalla de Ospino, el 2 de Febrero de 1814, cuando el coronel Manuel Gogorza, lo derrota; y en la acción contra los patriotas perece Yañez, por lo que sus seguidores se desbandan.
El Libertador, después del triunfo de Araure, en un decreto dado en San Carlos, el 7 de Diciembre de 1813, expresa su interés por atraerse a los compatriotas que luchaban en el bando contrario, como lo hizo en diferentes oportunidades; aquí en este documento dice:
“Tenemos que lamentar, entretanto, un mal harto sensible: el de que nuestros compatriotas se hayan prestado a ser instrumento odioso de los malvados españoles. Dispuesto a tratarlos con indulgencia, a pesar de sus crímenes, se obstinan no obstante en sus delitos, y los unos entregados al robo han establecido en los desiertos su residencia y los otros huyen por los montes, prefiriendo esta suerte desesperada a volver al seno de sus hermanos, y a acogerse a la protección de un Gobierno que trabaja por su bien”. Y decreta, con la idea de atraérselos a su bando:
“1º - Todo americano que se presente al juez de su pueblo u otra cualquiera autoridad pública, en el término de un mes, será admitido, y no se le perseguirá en manera alguna por haber servido en el ejército español, o por haberse alistado en las cuadrillas de salteadores”.
Este tipo de pronunciamientos del Libertador y sus seguidores le abren las puertas de las filas patriotas a muchos llaneros que antes habían andado en las tropas realistas, como son los casos de Rondón, Infante y los hermanos Farfán. Pero, ya eran otros tiempos y Bolívar, el Gran Libertador, había aprendido la dura lección: la única manera de lograr la independencia de Venezuela era dándole participación al propio pueblo; fundamentalmente al pueblo llanero.
Todo lo sucedido había costado un mar de sangre, por la ceguedad social que había dominado entre nuestros líderes. Pues, según Daniel Florencio O`Leary (citado por Acosta Saignes, Ob. Cit., p. 115), “Aunque los españoles habían sido derrotados en todos los encuentros con los patriotas muy lejos estaban estos de estar en pacífica posesión del país; no tenían fuerzas suficientes con qué perseguir al enemigo ni impedirle su reunión”. Pero, muertos Boves, Yañez y otros sediciosos realistas, el pueblo llanero sigue a otro “taita” que tiene iguales o mejores cualidades guerreras que el asturiano urogallo, u otro caudillo realista: este es José Antonio Páez, quien les “enseñó lo que era la Patria y que la diablocracia no era ninguna cosa mala” .
Vallenilla Lanz (Ob. Cit.;p.63), al referirse a la participación llanera al lado de los realistas, dice: “Ya veremos cómo aquellos hombres se convierten de degolladores en héroes legendarios; y cómo al servicio de los caudillos patriotas, desplegando las mismas energías, el mismo valor, la misma ferocidad, arrastrados por los mismos incentivos de sangre y de pillaje y por el mismo entusiasmo fanático que cuando corrían a agruparse en torno a la lanza invencible de José Tomás Boves, contribuirán a la noble empresa de crear naciones recorriendo en triunfo medio continente, desde el Orinoco hasta las márgenes mismas del Río de la Plata”.
Juan Germán Roscio, en carta al Libertador, en septiembre de 1820, poco antes de Carabobo (Vallenilla Lanz. Ob. Cit., p. 17), le expone claramente la situación y le dice: “La mayoría de los americanos obedientes al enemigo, es el obstáculo para el reconocimiento de nuestra independencia; sobre lo cual insisten mucho los escritores enemigos, y ellos mismos confiesan que sin el auxilio de esta mayoría habría sido la más desesperada tenacidad hacernos la guerra”.
Pero no hay que olvidar de ninguna manera la expedición pacificadora de Pablo Morillo, que aportó un contingente de 10.000 europeos a la lucha que se daba en Venezuela; este hecho, por si solo, contribuyó al deslindamiento de los bandos combatientes, entre españoles y americanos. Los expedicionarios, veteranos de las guerras napoleónicas, venían engreídos por sus triunfos en Europa y veían con desdén a los soldados criollos y mestizos, por lo que se fue creando una atmósfera de repulsión entre ambos contingentes, que al final se definió por la incorporación cada vez más numerosa de contingentes americanos a las tropas patriotas. “Los patriotas, por su parte, estaban en la imperiosa necesidad de acogerlos en sus filas y de recompensar sus servicios, sin pensar siquiera en las consecuencias, porque `para ellos no existía ni debía existir entonces otro propósito que el de vencer al enemigo, realizar la Independencia, crear la Patria; y aquellos hombres eran tan venezolanos como los otros. Otra ventaja de carácter social aparejaba para los patriotas el convertir esclavos en soldados” (VALLENILLA LANZ. Ob. Cit.; p. 87) Hasta aquí llegamos en nuestro Primer Momento Histórico.
EL SEGUNDO MOMENTO HISTORICO. Podríamos decir que se inicia con las acciones heroicas de las tropas llaneras conducidas por José Antonio Páez, a las que se incorpora Pedro Camejo, “El Negro Primero”, después de la batalla de El Yagual, dada el 8 de Octubre de 1816. De allí en adelante va a participar en todas las demás actividades por la Independencia que emprenda Páez; así figura entre los 150 héroes de la batalla de Queseras del Medio, con el grado de teniente de caballería, por lo que recibió la Cruz de los Libertadores de Venezuela. Páez reconoce sus invalorables méritos: “Tales pruebas de valor dio en todos los reñidos encuentros que tuvimos con el enemigo, que sus mismos compañeros le dieron el título de El Negro Primero”.
Su consagración para la gloria la obtuvo en la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, fecha gloriosa para el Ejército Venezolano, puesto allí se selló la Independencia Nacional. El “Negro Primero” brindó su vida en aras de la libertad y su nombre es recordado con veneración por el pueblo, del cual se convirtió en un símbolo.

El documento completo, editado  y publicado por la Fundación Editorial Araucanía, puede ser leido en el siguiente enlace de la seccion de DOCUMENTOS: PEDRO CAMEJO, ENCARNACION POPULAR DE LA LIBERTAD

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