19 de octubre de 2014

El Llano de Doña Bárbara




EL LLANO DE DOÑA BÁRBARA
(Aproximación a un estudio histórico - literario de la novela “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallegos)

Charla ofrecida en Conversatorio efectuado en el Museo Alberto Arvelo Torrealba, de la Ciudad de Barinas, el jueves 22 de mayo de 2008

Reconozco que el tema es un poco delicado y mucho mi atrevimiento al venir ante ustedes a hablar del mundo vivencial y telúrico de Doña Bárbara. Así que comenzaré mi exposición citando a un eminente intelectual barinés compenetrado con su Llano como lo fue Orlando Araujo, quien en uno de sus trabajos precisa los términos del manejo que hizo Don Rómulo Gallegos del escenario llanero en Doña Bárbara:
Nuevo sentido del paisaje. Hay en Gallegos un nuevo sentido o visión, o colocación del y dentro del paisaje y la naturaleza; en primer lugar, un alejamiento del paisaje virgiliano (Geórgicas) ofrecido en combinaciones de ciudad y campo
(Caracas y sus alrededores de litoral y haciendas). Reinaldo Solar y La Trepadora rinden, todavía, tributo a esa tradición que se rompe en Doña Bárbara, donde el paisaje ya no es naturaleza amansada sino tierra abierta y salvaje. Así el paisaje deja de ser estático marco de romances y costumbres, para incorporarse como factor dinámico de lucha, como personaje.
Se abandona el detallismo nativista y se ofrecen grandesconjuntos o masas narrativas mediante una técnica de selección simbólica” (“Doña Bárbara ante la Crítica”).

De aquí se deduce, que para hablar del Llano de Doña Bárbara es necesario saber que en este tema se deben enfocar varios aspectos: el geohistórico, el sociológico, el psicológico y el literario, entre otros siempre con criterio de globalidad, puedo decir que el Llano es un mundo aparte, diferente. Apure, en mi concepción, lo es, aún dentro del mismo Llano. Siempre he considerado que Apure es un mundo totalmente distinto al resto del Llano y a Venezuela. Su sociedad y su tiempo tienen un ritmo y condiciones de marcha diferentes a las del resto del país, debido a que su geografía, su hábitat y su gente tienen una idiosincrasia muy particular, muy propia.

Sin caer en odiosos etnocentrismos al hablar de la “apureñidad”, debemos decir que es como señalar la identificación de sus habitantes con la región llanera del territorio venezolano conocido como Apure, la tierra de Doña Bárbara y Santos Luzardo. Barbarie y civilización.

¿Qué lo hace diferente?. Su geografía sin cerros, con grandes extensiones de sabanas, cruzadas por caudalosos ríos que discurren de oeste (arriba) a este (abajo) hacia el Orinoco, bordeados de bosques de galería. Con población aborigen nómada, trashumancia impuesta por las estaciones del año.

Los primeros centros urbanos organizados a la manera española fueron conformados con población indígena, por los misioneros religiosos capuchinos andaluces, aportadores de nuevos elementos culturales, reses y caballos, instrumentos musicales de cuerda, cantos y romanceros populares de sus tierras de origen, que amalgamados con los talentos nativos y algunos afroamericanos llegados luego forjaron el joropo, la tonada y el contrapunteo, ayudando a mitigar la soledad y la fatiga de la faena diaria del llanero apureño en un horizonte preñado de infinitud.

Es así como podemos interpretar este proceso sociocultural con las palabras de una calificada antropóloga venezolana contemporánea:

“La identidad cultural de las nuevas sociedades mestizas estuvo determinada,
cualitativa y cuantitativamente, por el carácter específico de la base social
aborigen, por la herencia cultural de cada pueblo. El factor de unidad general
de dichas sociedades radica en el encuadre común: político, administrativo,
económico, religioso, etc., que significó el régimen colonial español” (VARGAS
ARENAS, 1993: 51).

Nuestra historia reseña que existía en la época colonial española laprohibición de penetrar y asentarse en el territorio apureño, sin embargo San Fernando de Apure fue fundada por Don Fernando Miyares en 1788 con doscientos vecinos de origen europeo que residían en sus alrededores (recuérdese la vieja costumbre colonial indiana de “se acata pero no se cumple”). Esto da una idea de la forma como se dio la ocupación de este territorio, que nuestra paisana Yarisma Unda llamaría “espacio de refugio”, para quienes escapaban de la represión real española, sin importar el origen étnico de los fugitivos. Así mismo da idea del proceso de mestizaje que originó al llanero apureño, en apenas un corto lapso de cuarenta años de vida colonial que va de la séptima década del siglo XVIII a 1810.

Es conocido que la irrupción del llanero en la historia venezolana y continental se dio de manera violenta, a lomo de caballos y a punta de lanzas, primero con el implacable Boves, que acabó con la república mantuana de nuestros inicios autonómicos, luego con las heroicidades del catire Páez, que
hicieron posibles las campañas redentoras y libertarias del Gran Bolívar, forjando bizarramente la epopeya de la Patria Grande en su glorioso paso de los Andes, Boyacá, Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho. Allí estaban en primera fila los apureños. Sin embargo, la consolidación de su personalidad como pueblo se va a ir decantando a través del tiempo, de los vínculos de
identidad, pertenencia y reconocimiento, con alto contenido simbólico, fundamentalmente en el transcurso de los siglos XIX y XX. Historia, tradición y costumbres son el sustento de la apureñidad. Ese es el Llano de Doña Bárbara.

Un estudioso contemporáneo de la realidad llanera, habla de manera bastante objetiva del tema:
“Las formas culturales que encontraron asiento en el Llano antes del advenimiento de la moderna civilización del consumo, aunque diversas entre sí, muestran algo de común, en tanto que ninguna de ellas, incluida la establecida a partir de la conquista española, participa de las actitudes típicas que
caracterizan la relación del hombre contemporáneo con la naturaleza. Por este motivo, unido a otros que ya antes hemos mencionado, el paisaje llanero permaneció básicamente el mismo, sin alteraciones fundamentales, por espacio de cuatro siglos contados a partir de la llegada de los primeros europeos…”(PINTO SAAVEDRA, 2007: 25).

Y más adelante el mismo autor expone: “El paisaje llanero, por siglos ha permanecido sin amo ni señor y el hombre aquí se ha visto abocado a hacer su historia al mismo tiempo que se empeña en dominar una naturaleza áspera y rebelde que, no obstante, le ha dictado ella misma los medios con los cuales imponerse victoriosamente a sus obstáculos” (Ob. Cit.: 76).

Sánchez Osto, uno de nuestros estudiosos más profundos de la idiosincrasia apureña señalaba ((1980: 22): “El poblador de las sabanas a donde se fue el descendiente fusionado del primer ocupante con el vernáculo, tuvo que ser por necesidad es el llanero primitivo diseminado con los primeros vobinos: tipo surgido en un medio hostil, en el seno inclemente de la Zona Tórrida, entre ríos caudalosos, pantanos o rebalses inmensos, o sequías pavorosas según las estaciones, animales feroces, peligros inauditos, productos exuberantes como aquella naturaleza, llegó a ser necesariamente el señor de las llanuras de Venezuela”.

Según el criminólogo venezolano Gómez Grillo (2000: 39): “El Llano supone una subcultura regional. La familia Luzardo - Barquero corresponde a una modalidad subcultural desprendida de aquella […]. El parámetro subcultural es evidente en todo el proceso conductual de los personajes de “Doña Bárbara”. Pero el sabio criminólogo la mira como una verdadera “Subcultura Delictiva”.

Sin embargo, el Maestro Gallegos consideraba, al hablar del Llano de Doña Bárbara, que era como identificaba a Apure, según Adolfo Rodríguez (1979.:6), 

 “El Llano es la tierra de Dios” y -agrega luego que Gallegos en un discurso pronunciado en La Habana en 1949- lo reafirmó enfáticamente: “Tierras del hondo silencio virgen de voz humana, de la soledad profunda, del paisaje majestuoso que se pierde de no ser contemplado… Tierras del Llano infinito donde el grito largo se convierte en copla…”

La descripción del llano apureño que hace el maestro Gallegos es un vivo canto a su naturaleza bravía:
“El Llano enloquece y la locura del hombre de la tierra ancha y
libre es ser llanero siempre. En la guerra buena, esa locura fue
la carga irresistible del pajonal incendiado, en Mucuritas, y el
retozo heroico de Queseras del Medio, en el trabajo: la doma y
el ojeo que no son trabajo sino temeridades; en el descanso: la
llanura en la malicia del “cacho”, en la bellaquería del “pasaje”,
en la melancolía sensual de la copla; en el perezoso abandono:
la tierra inmensa por delante y no andar, el horizonte todo
abierto y no buscar nada; en la amistad: la desconfianza al
principio, y luego la franqueza absoluta; en el odio: la
arremetida impetuosa; en el amor: “primero mi caballo”. ¡La
Llanura siempre!” (2005: 93).



Al revisar la génesis de esta novela galleguiana, se encuentra la explicación de ese embeleso. “La Casa de los Cedeño” era la novela que tenía Gallegos enmente escribir cuando planificó su viaje al Llano en la Semana Santa de 1927.

El Maestro Gallegos viene al Apure acompañado de su hermano Pedro y de sus alumnos José Félix Barbarito Echenique y Juan Salerno Melo. En San Fernando conoce a Juan (“Juancho”) Rodríguez, dueño del Hato “Ojo de Agua”, cercano a El Yagual, quien le habla de diferentes casos de personajes
extraordinarios que ha conocido y le sugiere que los utilice en la trama de su nueva novela. Más tarde, el poeta Andrés Eloy Blanco le habla de Doña “Pancha” Vásquez de Carrillo, que utiliza el novelista para encarnar su “Doña Bárbara”..

Así mismo, al trasladarse al Hato “La Candelaria”, en pleno Cajón de Arauca, se tropieza con Antonio José Torrealba, un extraordinario fabulador y conocedor de las costumbres llaneras. Todo ese bagaje informativo lo recoge Gallegos y es lo que le va a permitir escribir la obra que va a ser considerada como Biblia del Llano. Del “viejo” Llano, parecido al de la epopeya, semibárbaro, sin cercas y con rodeo de vaquerías.

“La Coronela” es el título de la nueva novela de Gallegos. “La Casa de los Cedeño” quedó atrás, en el recuerdo. Supuestamente la nueva producción intelectual la realizó en veintidós días, al regresar a Caracas desde Apure; pero la reescribió tres veces, comenzando a imprimirla allí en 1928, y luego
desistió de su publicación (apenas se imprimió el primer capítulo). No estaba conforme con la obra. Ese año viaja a Europa y en plena travesía estuvo a punto de arrojar los originales al mar. Según Ana Mercedes Pérez (“Doña Bárbara sí es Gómez”, 1987), fue Agustín Silva Díaz, amigo y contertulio de
Gallegos, quien le sugirió que le cambiase el nombre a la novela y la titulase Doña Bárbara. El que le había dado era muy imprudente y podía crear suspicacias al tirano Gómez contra él y podía ser encarcelado. 

En síntesis: “Rómulo Gallegos dio a conocer el mundo de los llanos venezolanos ajustándose en gran medida a la realidad, a pesar de volcar en la novela su ideología [positivista]. En cualquier caso es lógico pensar que su experiencia biográfica le haga percibir el Llano tal y como lo hace. Si para un historiador muchas veces resulta inevitable expresar su punto de vista particular al estudiar una situación histórica determinada -lo que es por todos admitido, incluso como algo positivo-, cuanto más tolerable lo será en un creador de ficciones” (COBO, 1996: 15 Y 16).

VINCULACIONES DE GALLEGOS CON EL LLANO ANTES DE 1927.

Todavía hay quien piensa que Gallegos vino a enterarse de las cosas del llano cuando vino en 1927 al Apure. Pero habría que ubicarse en el tiempo en que Gallegos escribió su novela cumbre: primer tercio del siglo XX, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, con una Venezuela donde predomina la ruralidad y muchas de las faenas del medio campesino apureño eran similares a otras que se realizaban en los alrededores de Caracas o cualquiera otra parte del país. Por ejemplo, en 1911 visitaba Gallegos a los parientes de su futura esposa, Teotiste, en la vecina y campestre Charallave, donde abundaban los potreros. Además, Gallegos ya había estado en Anzoáteguiejerciendo el magisterio y había entrado en contacto con su medio rural.

Según Adolfo Rodríguez (Op. Cit.: 8 -10) y confirmado por Oldman Botello (1979), Gallegos tenía conocimiento sobre el Llano anteriores a su venida al Apure en 1927, por lecturas que había realizado y, también, por vinculaciones familiares propias:

“Aunque el encuentro autor - tema es sucesivamente promovido por el entorno que a Gallegos le ocupa vivir, el Llano residía ya en su hogar, andaba en la persona de su padre Rómulo Gallegos Osío, nativo de Villa de Cura, un lugar de Aragua donde los llaneros venían a comerciar. Llegaba con don
Tomás C. Llamozas, descendiente del llano, que obtiene de la Universidad de Caracas el dinero para el grado de bachiller de Gallegos. O con su primo Galo Segundo Bremont, instalado en un pueblo guariqueño, materia prima, Bremont, del primer tiempo de Lorenzo Barquero: el de la agonía contra “el centauro que todos los llaneros llevamos por dentro”.

Además, informa Adolfo: “Había leído el joven escritor el libro de cantos del Llano (1903), de Carlos González Bona, padre de Salustio, uno de aquellos compañeros de Alborada”. González Bona era barinés. Recientemente la Fundación Cultural Barinas reeditó sus Cien Coplas Llaneras, para satisfacción nuestra porque pudimos solazarnos con su lectura.

Es así como se observa que todas estas circunstancias lo habían sensibilizado para captar en toda su magnitud su experiencia en contacto con la naturaleza y el ambiente llanero apureño; aún cuando no se pueda negar la ayuda informativa, que él nunca negó, de Antonio José Torrealba.

CREACIÓN DE DOÑA BARBARA.
“Del río nacida
Y por el río ignorada 
Crisálida plegó sus alas
Y cerró sus ojos
Antes de que el sol
La ayudara a nacer”

(Versos en una placa colocada en la tumba de “Pancha”
Vásquez en el Hato “La Trinidad de Arauca”, en la
parroquia Rincón Hondo. ABRIZOS, 2008.).

Quienes han tratado este tema, señalan que Gallegos “en la gestación de sus obras, no partía de la concepción de un símbolo para desembocar en la imaginación del personaje que pudiera realizarlo, sino que el impulso creador le venía del hallazgo del personaje, previamente significativo dentro de la realidad circundante” (COBO, Op. Cit.: 18 y 19).

Según Juan Liscano, uno de sus más profundos estudiosos, “La novela seorganizó en la mente de Gallegos sustentada en la conjunción del paisaje llanero y la personalidad de Francisca Vásquez. Lo demás vino por añadidura. Fue lo que el novelista apuntó durante su permanencia en el Hato La
Candelaria, donde le sirvió de baquiano en el conocimiento de la vida y de las costumbres del llano, el peón Antonio José Torrealba, en la novela Antonio Sandoval” (1980: 128).

Así se señalan algunos otros personajes tomados de la vida real: El personaje central, es basado en la personalidad de Doña Francisca (“Pancha”)Vásquez de Carrillo, por ejemplo, quien, en muchos aspectos, mostraba en su comportamiento unas actitudes y valores sumamente despóticos. Según
Andrés Eloy Blanco: “Doña Pancha Vásquez, el personaje real, de algunos detalles de su vida: acciones hombrunas, supersticiones, codicia, terrofagia, zamarrería, formó [Gallegos] base para su inmortal personaje novelesco, era “una mujer fea, sin atractivos físicos, y ni siquiera mala” (Biord, Ob. Cit.: 98).

Don Ricardo Montilla, secretario privado e íntimo amigo que fue del Maestro Gallegos, habla también del aporte dado por el poeta Andrés Eloy (En: Doña Bárbara. “Su Época”…, 1987) y transcribe algunos textos suyos:
"Fui el abogado de Doña Bárbara, antes de que fuera Doña Bárbara. Fui el abogado de la bruta mujer, fea y oscura, como el puñado de tierra mojada antes de que la mano creadora realizara la milagrosa transformación de barro en carne, de materia en verbo. Fui el abogado del carbón antes del diamante. Fui el abogado del barro antes del soplo”.

Ya sabemos que Gallegos en 1928 realiza su segundo viaje a Europa (el primero había sido en 1926). Se radica en Bolonia, Italia, mientras su esposa se somete a tratamiento médico. En tres meses (junio, julio y agosto) que dura la convalecencia de doña Teotiste, revisa los bocetos sobre su novela llanera.
Al poco tiempo se traslada a Barcelona, en España, y allí, con su propio peculio, publica en la Editorial Araluce, su “Doña Bárbara”, que sale a la luz pública el día 15 de Febrero de 1927. En Septiembre del mismo año recibió el Premio correspondiente al “Mejor Libro del Mes”, otorgado en Madrid, que lo consagra definitivamente como ilustre bastión de la literatura universal.

La primera edición venezolana de la novela fue publicada por la caraqueña Editorial Élite en 1930, con correcciones que le hizo su autor. La opinión del dictador Juan Vicente Gómez, quien se la hizo leer, fue favorable al autor y consideró que allí no había nada que aludiese a su persona; por ello ordenó que se le nombrase Senador por el Estado Apure. Ya se sabe que Gallegos buscó un pretexto para irse al extranjero y no aceptar tan degradante designación.

No hay que olvidar que Gallegos tomó como modelos para sus figuras novelescos a algunas personas que conocía de mucho tiempo atrás y a otras que encontró en su viaje al Apure. Uno de sus estudiosos dice al respecto:
“Sus héroes no son solamente casos, representantes de estados sociales, económicos o políticos, figuraciones folklóricas, sino tipificaciones de los venezolanos”.

Estas figuras literaria del autor han sido trocadas por el pueblo dándole una nueva concepción que se confunde con la realidad “En los predios de La Trinidad de Orichuna y en general en todo el Alto Apure, se ha asimilado laversión de que Pancha Vásquez y Doña Bárbara (la protagonista femenina y
título de la novela de Rómulo Gallegos), son una misma figura. Ambos personajes se fundieron en el imaginario popular. En la entrada a la población de Elorza levantaron una estatua a Doña Bárbara, pero los vecinos se refieren al monumento indistintamente como si de tratara de la una o la otra” (ABRIZO, Ob. Cit.)

LA ACCIÓN DE DOÑA BÁRBARA UBICADA EN EL TIEMPO.

Biord (Ob. Cit.: 100-101) expone, al referirse a la ubicación cronológica de la acción de la novela, una tesis que se considera aceptable: la acción de la novela se ubica entre 1911 y 1927, aproximadamente, aún cuando un primer momento sucede a finales del siglo XIX: “Fue cuando la guerra entre España y Estados Unidos. José Luzardo, fiel a su sangre -decía- simpatizaba con la Madre Patria, mientras que su primogénito Félix, síntoma de los tiempos queempezaban a correr, se entusiasmaba por los yanquis”. La guerra aludida sucedió en 1898. Poco tiempo después -continúa diciendo Biord- José Luzardo mató a su hijo Félix. Días más tarde Doña Asunción, la esposa de José
Luzardo, se marcha a Caracas con su hijo Santos. Este regresa trece años más tarde. “En consecuencia, esta acción y el resto de la historia de Doña Bárbara ocurre 13 años después de 1898; es decir, hacia 1911”. Más adelante este autor dice: “Suponemos que toda esta historia cronológica abarca desde 1890 hasta 1927 [fecha del viaje de Gallegos a Apure]”.

Hoy, algunos estudiosos del tema llanero hablan de un proceso recesivo que transforma al Llano . De una crisis de valores e identidades, generada fundamentalmente por la tecnología moderna y la economía capitalista neoliberal.

En parte es verdad. Hay que reconocerlo. El Llano de hoy es diferente. El Apure de caballo, toro y soga es cosa de leyenda. La sabana ya no es libre, la limita la cuerda de alambre, símbolo de la propiedad privada. El toro ya no pita en el paradero, como diría Lazo Martí, ni hay rodeos ni retozos de “hatajos de bestias” como antaño, pues el ganado ha sido sustituido por el manso y calmo cebú brahman de la India, que es pastoreado ahora hasta en bicicleta, acabando con ancestrales tradiciones llaneras. El caballo va siendo desplazado de las faenas vaqueras y ha quedado solo para ser exhibido en las fiestas de toros coleados en los pueblos.

“La integridad de un pueblo está en peligro cuando ha perdido el hilo de sus tradiciones y costumbres, el culto activo a sus héroes y santos y el amor de sus dioses tutelares, sean éstos buenos o malos”, en opinión de Matthyas Lossada (1999: 25).

El voraz progreso capitalista, como diría José León, llegó al Apure con la carretera pavimentada y personificado en forasteros rapaces y depredadores, obligando a nuestro hombre sabanero a emigrar a la ciudad, desarraigándose de su tierra.

Ahora existe otro Llano, que no es el de Pajarote, el de Calzadilla Valdez, el de Antonio José Torrealba, el de Juan Bruno Espinoza, el de Sánchez Olivo, el de Alberto Arvelo, el de Germán Fleitas Beroes, José León Tapia, Ruiz Guevara, o don Felipe Martínez Veloz, pleno, quizás, de actitudes y valores psicosociales arcaicos, pero más puro, sincero y humano.

Recientemente leí el reportaje elaborado por un periodista amigo sobre las deplorables condiciones de conservación en que se encuentra la , supuesta, tumba de “Pancha” Vásquez, en el antiguo Hato “La Trinidad de Arauca”, propiedad del poeta José Natalio estrada Torres, en la parroquia Rincón Hondo, Municipio Muñoz del Estado Apure:

“En el lugar del sepulcro, afeado por el abandono, solo queda la losa y tres estatuillas religiosas con placas alusivas, una de ellas ofrenda de la cantante nacida en El Yagual, Adilia Castillo, como recuerdo de que una vez encarnó en televisión a Doña Bárbara. El resto del entorno lo conforman dos bancos de concreto ubicados a los lados y un pilar derrumbado en el costado derecho. Una cerca de alambre, levantada alrededor, protege el pequeño terreno de las incursiones de los animales…” (ABRIZO, Op. Cit.).

Es otro Llano el de hoy, por lo que tenemos que aprender a conocerlo; adaptándonos a los nuevos tiempos, pues “es hora de exaltar, de manera primordial, desde muy adentro, nuestras raíces”, porque, como señalan los expertos en el tema, “la identidad no es solo forma mentis, sino también realidad existencial”.

A este Llano en transformación también hay que construirle un rostro humano que nos hable de nosotros mismos, de nuestra historia, de amor a las tradiciones propias, de las creencias y costumbres de nuestros ancestros. Por lo que debemos recrear nuestras leyendas, un nuevo Reto de Florentino con el Diablo, una nueva búsqueda de Mayalito a su amigo Carrao, un nuevo silbón que siga recorriendo las sabanas espantando a los desprevenidos viajeros, una sayona que continúe asustando a los trasnochadores. La luz eléctrica no debe acabar con nuestros fantasmas. ¿Qué pasaría si matáramos el centauro, símbolo de irreductible rebeldía y que todos los llaneros llevamos por dentro?.

LO GEOGRÁFICO EN DOÑA BARBARA.

“Tierra ancha y tendida, toda horizontes como la
esperanza, toda caminos como la voluntad”

El escenario de Doña Bárbara es el actual Estado Apure, cuya extensión territorial es de 76.500 kilómetros cuadrados, desde las estribaciones andinas (Páramo de Tamá) hasta el Orinoco, con un relieve que en contados casos supera los 200 metros de altitud, lleno de bajíos y bancos (médanos), sabanas cubiertas de vegetación tropófila y gramíneas, palmares, chaparrales, clima tropical húmedo, cruzado de innumerables ríos, cuyos cursos mayores son el Apure, el Arauca, el Capanaparo, el Sinaruco, el Meta y el Orinoco (estos dos últimos lo bordean por el sur y el este respectivamente). Abundante fauna acuática, avícola, selvática (bosques de galería y Selva de San Camilo) y sabanera Los ciclos climáticos (lluvias - sequía - lluvias) marcaban las actividades agropecuarias.

“Esta vasta región está dedicada principalmente a la ganadería extensiva de carne, con pequeñas áreas dedicadas a la agricultura. Así tenemos el algodón en los orillares del río Orinoco: arroz, maíz y ciertos frutales en el área circunvecina a San Fernando y otras poblaciones del Norte de Apure; otros cultivos anuales y semi-permanentes como cacao y café, cerca del pie de monte andino y numerosos conucos para subsistencia dispersos en el Estado. A excepción de las áreas al Sur del Orinoco, este Estado cubre la mayor extensión de terreno que ha sido menos estudiada edafológicamente en Venezuela” (COMERMA, 1971:1).

Las coordenadas geográficas del Estado Apure son las siguientes:
“El paralelo 7º divide al Estado Apure en dos sectores de semejante latitud, aunque el norte, y algo al sur de Bruzual, corta el territorio estatal el paralelo 8º. Los meridianos al oeste de Greenwich 67,68, 69, 70, 71 72 grados cortan Apure” (COBO, Op. Cit.: 32), que sirvieron de referencia al poeta Estrada Torres para titular una película testimonial sobre la región en 1960: “Séptimo Paralelo”.

EL HATO “LA CANDELARIA”,

El escenario de la novela, en la época que lo visitó Gallegos, probablemente, era el latifundio más extenso existente en Venezuela, con una extensión cercana a las 200.000 leguas (una legua equivale a 2.500 hectáreas) y miles de bravías reses vacunas. Su único propietario era el general Juan Vicente
Gómez. Gallegos, en 1940 precisa los linderos del escenario de su novela (Almeida, 2006: 21):

Donde empieza el cajón del Arauca, empieza también el hato de la Candelaria. Perdón!..., el hato de Altamira... En este cajón de Arauca es donde el llano parece mas diferenciado, más definido, más llano que nunca; llano “de verdad”, llano “en su propia salsa”. La planicie es de una horizontalidad
geométricamente impecable, apenas moteado aquí y allá por reducidas arboledas o “matas” llaneras... Al contemplarlo poblado de nutridas, puntas de ganado conducidas por peones a caballo o de bandadas de miles de cimarrones que van a perderse con la perspectiva nos sentimos deslumbrados.

El acusioso historiador apureño contemporáneo que nos orienta en la descripción del hato “La Candelaria”, nos muestra una excelente panorámica del famoso centro pecuario:

“Las sabanas de la Candelaria son zonas de pastizales naturales propias para la práctica y desarrollo de las actividades pecuarias y desde antaño hasta hoy eso ha ocurrido, el hombre así lo ha entendido hasta ahora y en esa circunstancia ha venido manteniendo relaciones de sobrevivencia con su medio; en donde la rigurosidad climática de dos estaciones: sequía y lluvias le condicionaron la vida. El
caballo y la canoa resumen el desenvolvimiento anual del lugareño de la pampa. Esa cotidianidad en el acontecer candelariero también impresionaron al escritor durante su estadía en el hato.

Las faenas rutinarias de la actividad ganadera como el amanecer llanero en un corral de ordeño, la doma de bestias, el rodeo, las cimarroneras; así como las fiestas con arpa, cuatro y maracas; los cuenta cuentos y leyendas, quedaron grabados en la memoria del insigne visitante de tal modo, que
en ese hermoso cuadro del pintoresco paisaje llanero solo faltaba por ubicar en cada uno de los planos a los ya famosospersonajes de su legendaria obra literaria…” (Almeida, 2006:20),

Este es escenario, nada bucólico, que conoció Rómulo Gallegos.

“En el año de 1927, Gallegos, deseoso de novelar algún asunto con el llano como fondo, se trasladó por primera vez a San Fernando acompañado por uno de sus alumnos del “Liceo Andrés Bello” hijo de aquella ciudad. José Félix Barbarito”

Según Almeida (Op. Cit.: 20), es oportuno destacar que Gallegos no vino por azar al hato La Candelaria, sino que el viaje se planificó con antelación por la siguiente razón: para el momento del viaje el único propietario del hato era el dictador Juan Vicente Gómez, de tal modo que para penetrar y pernoctar en ese inmenso latifundio, que venía conformándose desde la época colonial,había que solicitar permiso al dueño y precisamente eso fue lo que hizo el novelista, siéndole concedido y apoyado sin ningún inconveniente.

El general Gómez encargó al coronel Diego Rodríguez Garmendia que llevara a Rómulo Gallegos a un hato de su propiedad llamado la Candelaria en Apure, donde se inspiro para escribir su novela Doña Bárbara, publicado en 1929. la novela le gustó mucho al general Gómez y hasta lo nombró senador por el Estado Apure (1930-1931).

Antes de que se fundara el pueblo de Cunaviche ya se habían establecido sitios para hatos en la región comprendida entre los Ríos Arauca -

Cunaviche, cuestión que demuestra el hecho de que los ejidos del pueblo de Cunaviche, incluyéndolo, se encontrasen dentro de los linderos del hato “La Candelaria”. Como propietario de estas inmensidades de sabanas para se señala a Don Juan Araña.

“El hato principal de acá es el de la Candelaria, cuyo dueño es don Juan Araña, vecino de Calabozo. Hay también acá otro hato llamado Burón, cuyo dueño es don Nicolás Hurtado, y a distancia de unas doce leguas está la casa del hato de don Pío Blanco, de Caracas, y hay otros muchos hatos inmediatos a la otra banda del río Cunaviche” ( cita Almeida).

En este sentido el P. Fr, Félix de Cortes informa al Rey en una comunicación fechada en Caracas el 1 de junio de 1770 sobre el estado de los pueblos fundados por los misioneros capuchinos en donde expone que el pueblo de San Jose de Leonisa de Cunaviche fue fundado en el año de 1768 por el P. Fr. Juan de Málaga (Almeida: Op.cit.)..

REALISMO Y TELURISMO.

Diaz Seijas (1967.: 51) dice al respecto que el paisaje de los llanos deApure y la vida que transcurre en él son como la sustancia primordial delrealismo en “Doña Bárbara”: “El inmenso escenario de los llanos pasa con todo vigor, sus misterios y su riqueza folklórica a las páginas de “Doña Bárbara. Se
ha dicho que la naturaleza venezolana es como un protagonista en la obra de Gallegos. Efectivamente, es correcto el aserto. El llano enloquece como la selva. Las inmensas soledades en las que apenas se levanta a largo trecho un rancho, la sugestiva disposición de las leyendas en el alma popular, el concepto primitivo de la vida, contribuyen a que el observador se identifique con el fenómeno telúrico”.

De allí que el argentino Recondo (s.f.: 7) ubica a Doña Bárbara entre las llamadas “novelas de la tierra”, donde el “telus” tiene un valor protagónico. Sin embargo, otros analistas piensan que este elemento terrígeno supo Gallegos manejarlo con destreza, atendiendo a las exigencias de la acción:

- “Si el elemento telúrico no tiene en Gallegos la absoluta preponderancia que se observa en “La Vorágine”, ni siquiera la preferencia en el orden de los protagonistas con que se presenta en “Don Segundo Sombra”, el paisaje ocupa un primer planomuy significativo en la novela galleguiana. A pesar de la perfección artística con que ha realizado Gallegos sus descripciones, la llanura “devoradora de hombres” no nos impresiona tanto por la copia fotográfica con que el autor nos hace presente al paisaje, cuanto por la ambientación en que logra incorporarnos haciéndonos vibrar al ritmo de la naturaleza y los personajes” (Damboriena, 1960: 105).

COMPENETRACION DEL AUTOR CON SU OBRA.

A través de los diferentes análisis revisados se evidencia que la identificación de Gallegos con sus obras se da en mayor grado con Doña Bárbara.
Liscano capta y retrata magistralmente el embrujo que sufrió Gallegos al llegar al Apure y contemplar las sabanas del Cajón del Arauca: “La relación llano, tierra bravía y salvaje, naturaleza indómita e indiferenciada, barbarie, patria violentada, todo ello impersonal, requería una representación humana, con la que se satisficiera la libido todopoderosa de Gallegos y de los lectores
convocados a esa celebración artística y ritual. Tan solo cuando las cosas, la naturaleza las ideas adoptan forma humana, cuando encarnan en la figura del héroe o antihéroe, existen para la ficción narrativa: saga leyenda, poema, cuento o novela, etc., Doña Bárbara representará aquella relación geográfica, cultural, sociológica y psicológica con virtudes inmanentes de ficción poética y
narrativa” (Prólogo. “Tema Mítico de Doña Bárbara”. 2005: XXXIV).

Gallegos expresará su remembranza y apego a esta tierra apureña en el Prólogo a la edición conmemorativa de los 25 años de publicada la novela (México, Fondo de Cultura, 1954: “Cómo conocí a Doña Bárbara”):

“El ancho río, el cálido ambiente llanero, de aire y de cordialidad humana, alguna ceja de palmar allá en el horizonte, tal vez un relincho de caballo salvaje a lo lejos, respondiéndole quizás a un bramido de toro más o menos cimarrón y porqué no también, cerca de nosotros, un melancólico canto de soisola. El Llano es todo eso: inmensidad, bravura y melancolía”

Según el mejicano Andrés Iduarte (1984:115), Gabriela Mistral, al conocer a Rómulo Gallegos, le vio como un “centauro tímido”. Es posible que la gran poetisa chilena se haya dejado influir por la lectura de la novela Doña Bárbara, cuya primera edición española había tenido a su alcance desde su aparición.
Allí, como se sabe, se alude al centauro que cada llanero lleva por dentro. Así que Gallegos autor material de una obra literaria es identificado con una figura ficcional de su propia creación. Es el mejor elogio que se le puede hacer a un escritor.

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